lunes, 14 de noviembre de 2011

INCLUSIÓN ESCOLAR

Análisis de la PELÍCULA "ROJO COMO EL CIELO"




La historia transcurre en una pequeña villa en Toscana donde vive, Mirco, un niño brillante y alegre, loco por las películas. Un día, cuando Mirco está jugando con un viejo rifle, el arma se dispara accidentalmente, y es herido en la cabeza. Mirco sobrevive, pero pierde la vista. Cuando encuentra una vieja grabadora y unas cintas usadas descubre que cortando y juntando las cintas puede crear pequeños cuentos hecho sólo de sonidos.

La primera barrera que se le presenta, es una ley que para entonces regía en Italia y en otros lugares del mundo por la cual los chicos ciegos no podían ir al colegio de los chicos “normales”. Fue el primer obstáculo que tuvo que enfrentar: la DISCRIMINACIÓN y, peor aún, primera limitación:

Mirco no tendrá las mismas experiencias, estímulos y tareas que un chico que ve. Mirco, de ahora en más, deberá focalizar su aprendizaje en “sobrevivir”. La vida es para “los otros”.
Primer diálogo revelador:
Consejo médico escolar: –No puedo enviar a Mirco otra vez a la escuela.
Padre de Mirco: –¿Por qué no? No tiene nada infeccioso.
Mirco no solo no puede ir a la escuela porque podría “infectar” con su discapacidad sino que deviene un “ilegal”. Dice el médico: “Su hijo no puede ir a una escuela normal, va en contra de la ley”.

Con la grabadora y el tema de una composición: las estaciones, serán el inicio de la nueva vida de Mirco. Una vida en la que narrará sin ver, contará sintiendo, agudizará otros sentidos como el oído y disfrutará de la vida viviendo y no “sobreviviendo”.
Mirco quiere contar, pero no se atiene a los límites impuestos ni por las leyes, ni por las monjas del instituto, ni por su director. La estrechez del mundo “que le permiten” no le resulta suficiente.

Por suerte encontrará en uno de los curas y profesor un aliado, alguien que ha comprendido la magia de la situación y que estimulará a Mirco con actos y palabras. Ante la primera resistencia o negación de Mirco el profesor afirma que, aun teniendo todos los sentidos, uno quiere más. No solo aquellos que sufren de una discapacidad sino también aquellos que poseen, supuestamente, todas las capacidades. La imaginación, los sueños, las fantasías no son exclusivas. Las tenemos todos. Nadie carece de ellas por defecto:

—¿Por qué no te interesa hacer lo que hacen tus compañeros?
—No lo necesito. Yo sí veo (Mirco aun no se ha quedado completamente ciego).
—Yo también veo. A mí no me alcanza. Cuando ves una flor, ¿no quieres sentir el perfume? O la nieve… Cuando cae la nieve ¿no te gusta caminar sobre todo ese blanco? Y tocarla ¿ver que se derrite en tu mano? He visto cuando los grandes músicos tocan, cierran los ojos. ¿Sabes por qué? Para sentir la música más intensamente. Porque la música se transforma, se hace más grande. Las notas más, más intensas. Como si la música fuera una sensación física. Tienes cinco sentidos, Mirco. ¿Por qué usar solo uno?
Cada hombre tiene su propio modo de ver, su lente personal. Algunos vemos con los ojos, otros con las manos, otros con los oídos.
“Yo no estoy obligado a verlo como tú. Yo me lo puedo imaginar como quiero”, les dice Ettore, un no vidente mayor, a Mirco.
Y comienza la verdadera historia. Mirco no se resigna y hará lo que él considera que es su visión “sonora” de las cosas.

Es la imposibilidad de no ver la que obliga a “ver” de otra manera. “¿Cómo se te ocurren estas ideas?”, es lo que le preguntan a Mirco cuando asocia lo no visto con un sonido. Y se le ocurren porque las ideas no guardan relación con los sentidos. Las ideas no te las puede sacar nadie. Están dentro de uno. Tienen que ver con el entusiasmo, la energía, el querer, el amar…, el pensar, el sentir, el luchar, el no bajar los brazos. Reformulando las palabras del director:

“La libertad es un lujo que todos deberíamos permitirnos: ciegos, gordos, blancos, sordos, negros…”

La discapacidad es prohibir, limitar, diferenciar, discriminar. Discapacidad es contar con el sentido del gusto y no saborear, es tener el sentido de la vista y no querer mirar, es tener la capacidad del tacto para tocar y no querer sentir.

Los padres y los docentes somos los encargados de “dejar prendida la luz”. De mantener las mentes “encendidas”. Ojalá Mirco nos “contagiara” un poco. 

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